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Archive for 18 de agosto de 2011

Alea jacta est

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Dicen que una princesa cautiva, presa del aburrimiento -y de sus propios quebrantos- tomó las cintas negras y blancas que adornaban sus cabellos, y trenzándolas en plano y paralelo inventó, del ajedrez, el tablero…

Con el recuerdo de lo que más amaba, su padre el Rey, y su madre, la Dama; dos oráculos del Reino, astutos magos llamados Alfil; sus dos Caballos favoritos; las dos altas Torres que defendían el castillo que la vio nacer, y ocho peones que antaño la custodiaban, organizó un ejército con que enfrentarse a su soledad y su desespero.

La Guardia de la Luz, lo llamó. Y para no volverse loca -jugando sola- organizó también -del otro lado- La Legión de las Sombras.

Dispuso las piezas sobre las cintas de seda bellamente tramadas, y dejando abajo -a su derecha- un escaque albo, lanzó un grito de aliento a sus tropas -ambas-, y comenzó la batalla.

Valiente y ansiosa, hizo a un peón de sus huestes blancas dar de frente dos pasos. Ahora ya no había vuelta atrás. Ningún guerrero, hijo de papá Honor y mamá Valentía, daría nunca un paso en retirada. La eterna contienda entre luces y sombras…, había empezado.

La Guardia de la Luz perdió un alfil y los dos caballos defendiendo que sólo la senda de lo diáfano concede honra y gloria. Y la Legión de las Sombras cedió un caballo y las dos torres, enarbolando el estandarte de la arrebatada pasión y el encendido deseo.

Por el camino, -en absurdos enfrentamientos ora y brillantes escaramuzas después-, derramaron su sangre inocente peones sin nombre de ambos bandos.

La Princesa presa observaba atónita el accidentado campo de batalla, -cada vez más mermado de efectivos combatientes-, mientras trebejos blancos y negros se amontonaban vencidos al pie del tablero.

La ancestral lucha entre el bien y el mal,  lo que tengo y lo que espero, lo que debo y lo que quiero, mantuvo durante días a la Princesa volcada sobre sus propias contiendas.

Por un momento, del lado de la blancas, estaba convencida de que vencería la Luz, “el bien”, lo que tiene y lo que debe… Para un momento después subirse a lomos de un salvaje corcel negro y apostar por las sombras, “el mal”, lo que espera y lo que quiere…

Y, ¡qué equilibrada batalla! Cruzada de arquetipos, formas y paradigmas, vacías de sentido las unas sin las otras.

Que a veces para definir algo que es presumiblemente “bueno”, no podemos sino recurrir de forma irremediable a aquello que en contraposición es presuntamente “malo”.

¡Eh! Y que tire la primera piedra aquel que ande libre de pecado!!!

Vivimos inmersos en una lucha constante. Esperando encontrar en nuestra desesperada búsqueda: La equidad, el orden, la estabilidad. Para poder por fin respirar el delicado perfume del tan ansiado equilibrio.

Olvidando, sin embargo que, a veces, lo que nos hace sentir vivos, ¡aquello que durante un breve instante nos acerca a tocar la felicidad con la punta de los dedos…! No se halla sino en la parcialidad, la osadía, y el apasionamiento.

La Princesa se da cuenta de que…, vale, es cierto, quizá no acaba de descubrir la panacea universal, pero pararse a pensar en que todo tiene sentido porque a la vez no lo tiene, es, como poco, revelador. Una idea que cruza las vastas filas de sus creencias, agitando conciencia, voluntad y querencias.

El valor de la propia vida viene definido de forma intrínseca por la definitiva muerte. Nadie vive eternamente. Sin muerte no hay vida. Sin luces no hay sombras. Sin lo malo, lo bueno es sólo un huero concepto que como poco renquea.

Piensa la Princesa: La batalla entre La Guardia de la Luz, y La Legión de las Sombras, es después de todo, el natural estado de las cosas.

Para entonces los dos Reyes, muy solitos ya, orgullosos aún pero muy cansados, replegados en sendos rincones de sus mundos que ajenos a ellos se solapan y se entremezclan, -hasta el punto de alternar escaques de ambos colores-, se observan tragando con dificultad saliva y mirándose desafiantes.

Y sus Damas, esas aguerridas guerreras con faldas y tiara, -mujeres vitales e indómitas-, recorren incansables los confines de un universo en el que -es cierto- caben todos, pero en perpetua contienda.

Y aunque los cuatro quieran negarlo, todo comienza a oler demasiado a que hay luchas que no terminan nunca. Que los intentos desesperados por ganar, no son más que eso… Intentos desesperados. Y aunque odien la palabra, igualmente tendrán que acabar asumiendo que la partida pinta en “tablas”.

La Dama nívea, con un movimiento temerario, se acerca a la Dama oscura, y le advierte, quién sabe si buscando una tregua:

No olvidéis, Señora, que la Luz lo es todo.

A lo que la Dama negra, dando media vuelta y abandonando.-el gesto altivo- el tablero, contesta:

Es posible, pero… Recordad vos: In absentia luce tenebrae vincit.

O lo que es lo mismo: En ausencia de Luz, la Oscuridad prevalece.

……………………..

La Princesa deshace el tablero. Vuelve a trenzarse con las cintas el pelo y trata de convertir en una sonrisa el llanto.

No es resignación. Es acatamiento de la realidad. Nadie puede escapar de sí mismo. Lo sabe. Sigue, como siempre, cautiva de sus instintos.

Ahora ya sabe que nadie gana ni pierde, que no hay buenos ni malos. Que la Luz y la Oscuridad sólo existen porque coexisten y van cogidas de la mano. Seguirá adelante. No queda otra. Sufriendo las ausencias. Lamiéndose las heridas. Tratando de no esperar para no acabar desesperando…

O lo que es lo mismo:

Alea jacta est.

 

 

 

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