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Posts Tagged ‘recuerdos’

 

 

 

 

Es extraño.

El ser humano -que vive constantemente en el presente- apenas si sabe acomodar su consciencia a él.

Aunque quizá no es culpa nuestra. Tal vez sea porque el presente es algo tan…, efímero. Tan frágil y fugitivo.

No. El presente se nos escapa de entre los dedos. Antes de que queramos darnos cuenta, aquello que era futuro, de repente es el hoy, -el ahora-, y un segundo después comienza ya a ser nuestro pasado.

El momento justo que estamos viviendo es casi imposible de asir.

Imagino que resulta tan incómodo para nuestro consciente, que el ser humano repartimos nuestra querencia y nuestra vocación entre aquello que ya pasó, y lo que está por venir.

El presente es fugaz, volátil. Tanto, que apenas si nos da tiempo a ser conscientes de que estamos inmersos en él. Tal vez nuestra mente esté más preparada para recordar y aun para proyectar, que para vivir el inmediato segundo que da sentido a nuestra existencia…

Y es absurdo en verdad, cuando lo único cierto es lo que está aconteciéndonos en el último preciso momento que estamos viviendo. Lo que viene siendo el esquivo presente. Ahí es donde radica nuestro poder, nuestra fuerza. En el presente.

El pasado no podemos cambiarlo, y el futuro es algo tan incierto que apostar por él, es como apostar a ciegas. Y son muchas veces las que alguien malgasta su vida por no saber dejar atrás el pasado -algo que ocurrió en el pasado, y que es agua que ya jamás moverá molino-, y muchas también las que desperdiciamos nuestra vida aguardando lo que tiene que llegar en un futuro próximo -o aún lejano-, y que después de todo puede no llegar nunca. Porque ése es precisamente el encanto del futuro, su mágica incertidumbre.

Si todo estuviera escrito y fuéramos conscientes de ello, si la sorpresa y lo incierto no fuera nuestro camino, sino una senda bien definida y sabida, ¿qué gracia tendría nuestro futuro? ¿Qué misterio? ¿Qué interés levantarte o no un día más?

No. En el fondo, aunque nos cueste comprenderlo, creo que todo está bien como está. El pasado es inamovible. El futuro, incierto. Así es.

Y debe estar bien que el pasado sea inamovible. A pesar de que cuántas veces quisiéramos volver atrás y cambiar algo que hicimos o dijimos, -que parece que definió y concretó nuestra vida-, y hacerlo de otra forma…

Y el futuro es incierto. No se pueden adelantar ni forzar los acontecimientos. No puedes vender la leche para comprar cuajo con que hacer queso que nos proporcionará la riqueza total, cuando ni tan siquiera tenemos una vaca que ordeñar.

Tienes un presente entre las manos, ante los ojos, acompasando el ritmo de tu corazón, latiéndote en las entrañas… Vívelo. Aprovéchalo. Elige.

Elige.

¿No aprecias lo grandioso de esa posibilidad? ¡Elegir! Verbo sagrado.

Es fascinante. Nuestra capacidad de elegir nos otorga cada día, -en cada nueva ocasión-, la oportunidad de cambiar lo que no nos gusta y de trabajar en pos de nuestros sueños. Ahora. Ahora mismo. ¡Ya! Dentro de un segundo será tarde, porque será pasado. Y ya sabes que el pasado no lo podemos cambiar.

Pero tienes un segundo presto a llegar y sustituir éste que apenas ya pasó, para que no pierdas la posibilidad… Esa “sweet possibility” de la que habla la Streisand en su significativa Yentl.

No en vano Horacio, el poeta romano que acuñó la imperecedera frase Carpe Diem, se refería a que cosecharas el día. A que recogieras la cosecha. A que si no tienes cosecha que recoger porque aún no sembraste, ¡aproveches este instante para empezar a sembrar! Hoy siempre es buen momento para sembrar. Para empezar de nuevo.

¡Ahora! Este es tu momento.

Vívelo. Disfrútalo. Agárralo por donde mejor puedas y hazlo tuyo!!!

Siempre puedes hacerlo. Siempre.

Siempre tienes el segundo siguiente que llegará, se instalará en tu presente y “carpediemerás” tu día…

……..

Constantemente espero ver entrar a Dama por la puerta de casa. Tan fuerte, tan bella, tan poderosa. Tan tierna y sensible a la vez a su entorno.

Con ella disfruté todos los momentos que pude. A lo largo del día -y de la noche, Dama siempre fiel a mi lado en esas mis insomnes madrugadas- la estrechaba varias veces entre mis brazos, -su gran cabeza, su sólido lomo-, y le decía lo buena perra que era y cuánto la quería… Ella buscaba mi mirada con sus ojos, y sonreía. Se sentía satisfecha. Feliz. Lo sé. Podía verlo. Sentirlo.

No desperdiciamos el tiempo. Aprovechamos nuestros momentos, a nuestro modo, ¡cada momento! ¡Y vive el cielo que fuimos muy felices!

No como lo eran Alva y ella. Ellos tenían otra relación. Dama lo adoraba. Obedecía sus órdenes antes incluso de que Alva las pronunciara. Los vecinos -cada vez que los sacaba a pasear- alucinaban de lo buena y obediente que era Dama, y lo que no saben es que nadie, ni siquiera Alva, entrenó nunca a Dama. Jamás recibió adiestramiento alguno. Dama obedecía, hacía caso a Alva, por puro amor. Estoy segura. Obedecía sus órdenes calladas -sus gritos, a veces, cuando había algún peligro inminente, también- porque quería satisfacer a Alva, verlo feliz. Por eso le hacía tanto caso. Era su amor hacia los demás lo que hizo de ella una gran perra.

No me cansaré de decir lo buena perra que era. Cómo la echo de menos. Y…

Lo importante que es vivir el presente. Ese segundo perfecto, divino, que acaba convirtiéndose en un recuerdo sagrado.

Hoy, gracias a esos momentos bien aprovechados, tengo cientos de buenos, hermosos, entrañables recuerdos, que si bien hoy me atenazan el alma por el dolor de su ausencia, sé que tarde o temprano (porque ahí está el recuerdo de Princesa, Byron, Casiopea, Newton, Aldebarán, Nani, Baco, Chula, Tendre, Aramis, Pipineta, Magic, Libre…, para dar fe de ello), la honda tristeza irá remitiendo y luego sólo me quedarán sonrisas para dedicar a su memoria. A todo el bien que me hicieron. A todo cuanto desinteresadamente me brindaron. A lo que aprendí. A lo que enseñé. A lo que viví.

Vivir. Vivir el día. El momento. Disfrutar. ¡Que no hay nada más, maldita sea!

Que las cosas no son tan complejas ni tan difíciles. Que nosotros nos encargamos de retorcerlas, deformarlas y convertirlas, en ocasiones, en problemas… Por eso, a veces, la conducta sencilla y elemental de un perro (o un gato, Casiopea y Aldebarán eran gatos), viene a tirarte de las orejas y obligarte a abrir los ojos y que así no pierdas de vista lo que es verdaderamente esencial en la vida.

Que por encima de todo lo que puedes atesorar, de lo que puede comprar el dinero o conceder el poder, la felicidad se halla en cosas mucho más pequeñas. Elementales. Primarias. Tener alguien cerca con quien compartir una mirada en la que te reconozcas. Saberse amado y aceptado sin condiciones ni rémoras. Y ser consciente de ese momento -el presente-, y saber darle su sitio. Su hermoso sitio en el largo sendero que va conformando nuestra existencia.

Me siento dichosa -y plena- de todo lo que compartimos, Dama. Siento que lo diste todo, y que yo tampoco me guardé nada. Fue nuestra generosidad lo que abrió las puertas -aquí en la tierra- de nuestro cielo.

Me gusta vivir así. A fondo. Consciente de lo que vivo. Con todo lo que tengo y lo que soy. Con lo que a veces duele, también. Lo que me asusta. Lo que me satisface. Lo que me espolea las ganas. Lo que me saca de mis casillas. Lo que busco. Lo que me persigue. Lo que me sacia. Lo que me quema la piel. Incluso con lo que me delimita…, intento bregar y ser feliz.

Y no es fácil. Y sé que…, ¡haré tantas cosas mal! Sí, pero desde lo mejor de mí. Siempre desde las mejores intenciones, y sin perder de vista, ¡nunca!, que este momento, éste en el que ahora escribo, -en el que de pura vida, de puro sentimiento, me retuerzo-, está construyendo mi vida.

Tú también estás en tu momento. Tu hoy.

Ojalá, en el futuro, este presente se haya convertido en un bello recuerdo. Porque al fin y al cabo, al final, no somos más que eso:

Los recuerdos que dejamos, a nuestro paso, en aquéllos que se cruzaron con nosotros en el camino…

Ojalá, cuando me vaya, deje un buen montón de hermosos recuerdos. Cuanto menos eso significará que además de estar viva, viví.

E insisto: Por más vueltas que le demos a todo, por más que lo compliquemos… No hay más.

Así que… Carpe diem.

 

 

Y… Sigo extrañándote, Dama. ¡Tanto!

 

 

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